No me lo esperaba, vino así, sin avisar... Un día tranquilo en PAM, sin

mucha gente, estábamos una amiga y yo de paseo por el parque, viendo la nuevadecoración de halloween, los pasajes, pasando un rato de miedo. Empezó aoscurecer, hacía cada vez más frio, el atardecer se tornaba noche oscura pormomentos.

En la plaza de la Star flyer se encontraba la cárcel donde los seres de

ultratumba aguardaban en la oscuridad para hacerse ver entre los visitantes.Este no era un halloween como los demás, sentía en mi algo que no había sentidootra noche de halloween, sentía que yo formaba parte de esa oscuridad, queestaba podrido por dentro, ansioso de carne humana.

De repente me encontraba dentro de aquella lóbrega cárcel, rodeado de lo

que eran zombies de mirada perdida, sonrisa mellada, piel pútrida y quemada...Se movían a mi alrededor, pero, ¿Por que no me atacaban?, pasaban de mi como sifuera... uno de ellos. Fui cojeante a mirarme en un espejo y lo que vi me dejómarcado de por vida, esa imagen de mi con los dientes grises, labios cuarteadosque chorreaban sangre, mi piel pálida y putrefacta...

El estridente sonido de una sirena nos llevaba fuera, como si nos

hubiera poseído. Era ya de noche, rodeado de aquellas "cosas" nosdirigimos hacia la verja de la cárcel custodiada por agentes de seguridad.Queríamos salir, dos de nosotros consiguieron traspasarla siendo reducidos porlos agentes, nosotros aporreábamos las puertas con fuerza, solamente un agentelas sujetaba reteniéndonos dentro, hasta que finalmente las verjas cedieron ypudimos escapar.

El pánico cundió rápidamente entre la multitud de mortales que nos

miraban aterrados, nosotros nos lanzamos hacia ellos, algunos agentes aun nosimpedían poder tocarles. Tambaleantes caminábamos por la plaza atemorizando aniños y adultos, sus miradas de terror nos hacían más fuertes, incluso podíamosllegar a correr unos metros. En un gesto de mis ojos secos pude ver a mi amiga,la cual también había sido arrastrada al mismo infierno que yo, su cara habíasido desfigurada al igual que la mía y vestía ropas ensangrentadas quearrastraba consigo.

De nuevo oímos la sirena que nos arrastró dentro de la cárcel, los

mortales huían de nuestra presencia, entre gruñidos intentábamos coger algúnniño y llevarlo con nosotros, pero los agentes nos lo impedían. Entramos dentrodonde estuvimos retenidos, ese maldito lugar que no nos dejaba ver la luna enel oscuro cielo de halloween.

1