Tras el accidente ocurrido el pasado fin de semana en el Tibidabo, en el que murió una joven de 15 años, es lógico preguntarse cuál es el riesgo real que corre una persona que acude a un parque de atracciones y se monta en una montaña rusa o una lanzadera.

Cada año 12 millones de personas visitan los parques pertenecientes a la Asociación Española de Parques Temáticos y de Atracciones (AEPA) y se suben a entre ocho y nueve atracciones de media. Desde la AEPA, presidida desde febrero por el director ejecutivo de Isla Mágica, Antonio Peláez, se defienden los constantes controles de seguridad a los que somete la maquinaria.

"Si Isla Mágica abre a las 11 de la mañana, cinco horas antes se empiezan a hacer las comprobaciones necesarias para verificar el buen funcionamiento de las atracciones", explica Peláez en declaraciones a RTVE.es.

Esta asociación, que agrupa a un total de nueve parques de atracciones entre los que figura el del Tibidabo, además del de Madrid, Warner Bros Park, Port Aventura en Tarragona, Isla Mágica de Sevilla o Terra Mítica de Benidorm, cuida mucho la elección de las nuevas atracciones que son instaladas en los complejos.

"La seguridad no se limitan sólo al funcionamiento de la atracción, sino que engloba también el diseño, proyecto, fabricación o montaje" recalca el presidente de la AEPA.

Antonio Peláez quiere dejar claro que la seguridad de las atracciones en los parques no es igual que en las ferias, donde se arman y desarman a menudo y corren un riesgo mayor de que se produzcan errores.

Desde 2006, todos los parques de esta asociación están regidos por la normativa europea, que fue adoptada por la legislación española ese mismo año. Anteriormente, se ceñían a la "Guía para una Práctica Segura", elaborada por ellos mismos. Esta autorregulación transitoria fue distinguida a nivel mundial.

En España se evitan los prototipos

No es fácil que una atracción termine en un parque español, ya que todos los fabricantes de las atracciones -que en el caso de los parques españoles suelen ser europeos- deben pasar un estudio exhaustivo que verifique que cumplen todos los requistos necesarios para su instalación.

A la hora de adquirir una atracción, los parques españoles no suelen arriesgarse y normalmente se interesan sólo por aquéllas que ya llevan un tiempo en otros parques europeos.

Este modelo de compra es seguido por parques como el de Isla Mágica, cuyos responsables viajan al extranjero a visitar todo tipo los complejos donde ya está implantado un modelo antes de su adquisición. "Procuramos no comprar prototipos", ha asegurado Peláez.

Una vez que se traslada y se construye la atracción, se vuelve a pasar un control antes de su arranque definitivo. Se prueba sin pasajeros y después con sacos u otros elementos que puedan simular visitantes del parque.

Estos exámenes se llevan a cabo tanto por el personal interno del centro como por empresas ajenas a éste. Se conocen como Entidades Independientes de Control e Inspección (OCA), autorizadas por la administración pública y su objetivo es certificar que todo es correcto antes de la puesta en marcha definitiva.

Controles durante toda la jornada

Sin embargo no sólo se pasan controles de seguridad al inicio de la jornada. "A lo largo del día el personal cualificado vigila que se lleven a cabo las limitaciones de estatura y peso o que los usuarios se abrochen correctamente los cinturones o arneses", ha añadido Peláez.

Cuando el invierno llega al parque se realiza una 'revisión en profundidad'. Todas las atracciones "son destripadas", es decir, se desarman en busca de posibles grietas o materiales desgastados por el uso que tengan que ser remplazados.

"No escatimamos absolutamente nada en mantenimiento, de ahí los escasos accidentes que se producen. Siempre puede haber algún error, como en el caso del Tibidabo. Pero hasta la NASA falla alguna vez", ha recalcado el presidente de la Asociación.

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