En aquél lejano 1995 nadie hubiera pensado que varios años después una montaña rusa se alzaría por encima de Dragon Khan. Por aquél entonces, el gran dragón rojo acaparaba todas las miradas del continente y era el símbolo de PortAventura. Pero su reinado en Europa no duraría para siempre. Este año, todo ha cambiado. El parque ha invertido en un enorme proyecto que ha cambiado totalmente el skyline y que ha conseguido volver a llamar la atención de los entusiastas coasteriles. Shambhala es su nombre y ahora es la reina del cielo coasteril de Europa.

Durante su construcción, desde los rumores y estacas hasta la culminación del layout y los tests, yo siempre estube deseando verla con mis propios ojos. Lo seguí todo con los ojos delante de la pantalla, sin poder saber nada de las obras si no era de esta manera. Pasó el tiempo, y finalmente se inauguró la atracción y su miniland. Vi como muchas personas montaban y la disfrutaban mientras yo estaba en mi casa deseando estar ahí. Y así fue durante muchas semanas... hasta que hace unos días me fui al parque. Allí la pude ver con mis ojos por fin. Pero curiosamente, era la segunda vez que la veía...

El día antes de ir al parque, fuimos a hacer una visita al faro de Torredembarra (precioso por cierto) y sus alrededores. Al lado del mar, al final de un barranco, allí estaba yo, viendo las vistas de Tarragona y el mar, cuando de repente vi en el horizonte la silueta del "Cap de Salou". Vi muy vagamente las siluetas de las petroquímicas y aún más lejos y casi invisible, pude distinguir la silueta de Hurakan Condor. A su lado, iluminada por los últimos rayos de sol del día, ahí estaba la reina de Europa. Shambhala. Esta es mi historia de la primera vez que la pude ver con mis propios ojos.

Y algunos me diréis, "este chico no está bien... ¡Shambhala no es más que un masijo de hierros!"  Y no os lo puedo negar... pero para mí y para muchos Shambhala ha significado una etapa preciosa de nuestra vida en la cual seguimos su construcción y en la cual quisimos deseando montar hasta el punto de llorar al llegar a frenos. No, si no lo habéis vivido como nosotros no lo entenderéis ni comprenderéis porqué mi momento del faro fue tan bonito para mí. Dicho todo esto, empezaré a escribir más a lo clásico, y haré su parte de la review.

Cuando montamos por primera vez yo y mi primo por la mañana, ya llevaba casi una hora en el parque observándola sin parar, siguiendo cada tren por el recorrido y respetando su belleza. Entramos en su área por Sésamo Aventura y qué decir... el theming me gustó, sí, me gustó. Pero en ese mismo instante noté que su theming no tenía la calidad del resto del parque (dejando de lado SA). Le falta vegetación, que crezca la ya plantada y plantar mucha más. A parte, y pese a que me duela mucho decirlo, en ningún momento me sentí como si estuviera en el Himalaya. Otras áreas sí consiguen meterme en su theming, pero ésta no. Y esa es la simple razón por la que mi puntuación del theming se queda en 7'5/10. No puedo negar que el acabado de algunos edificios y el splash es magnífico pero el resto (las rocas, los elementos raros esparcidos por ahí, el planetario y demás) para mí no vale casi nada. Yo haría bastantes cambios si pudiera... entonces sí te sentirías como en el Himalaya y sí te creerías un escalador del Everest montando en Shambhala. En resumen, theming bueno pero malo en comparación con el del resto del theming -original- del parque.

Yo y mi primo fuimos atravesando el área, viendo los geniales cruzes de las dos perlas B&M, pasando por debajo de Dragon Khan y flipando con la belleza del splash de Shambhala. Llegamos a la estación y subimos con el express en primera fila (asientos exteriores, me gusta sentirme libre en una atracción). ¡Estaba montado en Shambhala! ¡Después de tantos meses la espera por fin había acabado...! Vi las vistas que habían tras la curva que encara el lift y vi el mar. Recordé los minutos del día anterior en que la estube observando desde el faro de Torredembarra y entonces el tren arrancó. Giramos, encaramos el lift y empezamos a escalar la montaña. Durante todo el lift, no pude mirar las vistas. Tenía los ojos clavados en la vía, y no podía pensar en otra cosa salvo en todo el tiempo vivido antes de aquél momento. Pensé en el seguimiento de la construcción, en la primera vez que vimos los trenes hacer el recorrido, en el día de la inauguración y en mi mirada hacia ella en el faro. Y entonces, llegamos al cielo de Europa e instantes después, caímos.

Segundos y metros de vía después, llegamos a los frenos. Llegué con la mente vacía y llena de todo a la vez. Llegamos a la estación, se abrieron los arneses y salí de la atracción. Comenté nuestras primeras impresiones con mi primo, y bueno... ambos salimos muy satisfechos de la coaster. Obviamente, para él no significó nada, sólo fue subir a la nueva atracción del parque y poco más. Para mí, fue un momento esperado desde hacía meses. Magnífico, simplemente magnífico. Ese momento me marcaría para siempre en mi pasión por este mundillo. Más tarde, por la tarde, volveríamos a montar. A la coaster, le doy un 9'5/10, aunque si no existiera toda unión sentimental con ella (vamos, si fuera un visitante normal), la nota sería de 9. El layout es sensacional y muy dinámico, aunque en los últimos elementos te sientes un poco decepcionado después de haber pasado por semejantes elementos antes de llegar ahí. Aún así, me encantó.

El drop simplemente es alucinante pero no soy capaz de disfrutarlo como querría por culpa de la belleza del momento. El túnel es la guinda del pastel. El recorrido, lo hago con las manos levantadas, pero siempre abiertas horizontalmente. Y en el túnel, tras el drop, hacer esto es genial. En el primer camelback, pese a no tener airtime, vuelas. Te sientes como en el cielo de las coasters, y bajas. Encaras el Ampersand y lo pasas inclinado hacia la derecha con las manos abiertas, y en el punto más alto, giras la cabeza y miras hacia abajo, y ves la perfecta estética de sus soportes. Entonces bajas, vuelves a tu posición normal y te zampas el Speed Hill sin ni siquiera tiempo para pensar. Ahí, sales disparado hacia el espacio sin moverte del asiento. Es muy corto, pero muy intenso. Entonces vuelves a subir, esta vez por el segundo camel, y sí hay airtime, pero rápidamente caes en el splash. Abres aún más los brazos y te inclinas para tocar el agua tanto como puedas y después salpicas a tu compañero (*muajajaj*). Seguidamente pasas dos camels más con airtime de fábula, pasando por encima del antiguo y mítico dragón rojo, y con una suave subida en curva encaras los MCBR's. Enlazas una curva perfecta sin dolor alguno pero con sus respectivas G's positivas y entras en la recta final del recorrido. Subes otro camel más, disfrutas el airtime, bajas, pegas un bote alucinante en el diminuto Bunny Hill y caes en los frenos finales. Todo esto en menos de dos minutos.

Por la tarde volvimos a montar y esta vez la disfurté mucho más que la primera. Básicamente porque la primera vez fue desatar todas esas ganas y sentimientos al momento y la segunda fue repetir todo y poder pensar para disfrutarla (a parte de montar en las últimas filas y notar mucho más el airtime). La segunda vez pude pensar en los elementos que venían y pude guardar las sensaciones en mi cerebro. Pero llegué a los frenos igual que la primera vez, con la mente en blanco. Momentos después sí pude pensar y entonces sí guardé todas las sensaciones en mi cerebro. Nos quedamos un buen rato dando vueltas por el área y observando cada elemento de theming, viendo los trenes de las dos perlas pasando por encima de nosotros y oyendo los gritos de la gente que estaba disfrutando de ellas. ¡Y también comprobando si desde fuera el splash mojaba o no jaja...! Por cierto, durante todo el día las operativas fueron buenísimas. Hubieron 4/5 operarios durante todo el día, funcionaron las 4 colas y por lo que vi el cronómetro nunca llegó a 0:00. ¡Un aplauso por favor!

Para ir acabando ya (por fin), montamos dos veces de noche. Uno justo después de Music Defecation y otra al final del día. Ambas en las últimas filas del tren. La primera vez de noche (bueno, aún no estaba demasiado oscuro) fue una experiencia diferente. Las luces de los trenes y la iluminación del área y el splash hacen que montar en Shambhala en la oscuridad sea eso, diferente que de día. De verdad, los que hayaís montado de día y de noche me entenderéis. Y finalmente la cuarta y última vez que montamos fue al final de un agotador pero magnífico día. Fue precioso. Fue el final del día esperado durante meses por mí mismo y por mi espíritu coasteril. La disfrutamos por última vez, bajamos, fuimos para Mediterrània, pero nos quedamos un momento a ver por última vez al tren pasar por el splash iluminado.

"Más tarde, ya en mi coche y pasadas las doce de la noche, me encontraba en la carretera, totalmente agotado pero con el objetivo cumplido. De golpe, sin saber por qué, me giré para ver por última vez el parque. Ahí estaba Hurakan Condor iluminado, pero a las dos B&M a penas se las veía, y me desilusioné. Pero, de la nada, apareció en el horizonte una fugaz luz brillante que creaba formas mágicas en el oscuro cielo, moviéndose con rapidez, desapareciendo y volviendo a aparecer. Efectivamente, era el último tren de la jornada, despidiéndose de todos los que ese día habían disfrutado de ella. Despidiéndose de todos los que se habían aventurado con sus camels, con sus bajadas y con sus todo. Brillando en medio de la noche, Shambhala nos decía adiós".