Ains, ¡la navidad! Qué época tan ñoña y recargada de amor, amistad, madres que dan caricias, y campanas y efectos de estrellas en todas las canciones. No soy muy fan de esta época del año por este exceso tan meloso, incluso más que la miel, que hace que tengas una sobredosis de azúcar depende de qué sitios. Hasta el pasado sábado.

Quien me iba a decir que abandonaría mi casa un viernes por la tarde, para poner rumbo hacia Salou y pasar un fin de semana en PortAventura, y que acabaría en Disneyland París por sorpresa, gracias a @uspablo. Sí, si ir a Disney ya supone una ilusión extrema, que te regalen un viaje sorpresa de tres días de un día para el otro, multiplica por infinito esa ilusión.

Cerrar los ojos en un lugar apartado de Polinesia, cerca de una playita con dos canoas, pensar un deseo –sabiendo que no siempre se cumplen-, abrir los ojos, y encontrarte una caja en la que está escrito "Nos vamos a Disney" y más abajo "¡Mañana!" hizo, no sé cómo, que creyera un poco más en la navidad. Sí, ñoño. ¡Pero bonito! Y es que aún a día de hoy, no me lo creo.

Tampoco te lo crees cuando suena el despertador a las 5 de la mañana, e intentas abandonar el apartamento      donde nos alojábamos junto con @beateruel, @jeseran, @edudito, @empaire y @lluisc intentando hacer el menor ruido posible, y poner rumbo hacia el parquin de larga estancia (o de larga distancia, como entendí yo). Y es que @uspablo lo tenía todo pensado: me había traído ropa de recambio, el pase de Disney –como no- había reservado plaza para dejar el coche estos días en lugar seguro, reservó los vuelos, y hasta un tren para plantarnos en Disney en menos de diez minutos.

La navidad en Disney es mágica, más incluso que visitar el parque en cualquier otra época. No hace falta poner 200 muñecos de Papá Noel desnucados para hacer ver a los clientes que es navidad allí. Todos los escaparates de las tiendas están decorados, un gran árbol corona la entrada de Main Street, donde por la tarde hacen la ceremonia de iluminación, y mientras discurre la parada de navidad, nieva a lo largo de la calle principal. Es alucinante. Igual que la parada del 20 aniversario en la versión navideña, que al ser más oscuro por el horario, todas las carrozas brillan y se llenan de magia.

En los Studios también hay el toque de navidad justo, pero ni escaso ni excesivo, con neones navideños en todo el Studio 1, los 101 dálmatas en un pequeño lago congelado, y la parada de Stars & Cars también decorada para la ocasión.

Pudimos disfrutar de tres días sin colas, exceptuando el domingo por la mañana, aunque gracias a 10 minutos de lluvia se hizo una limpieza del parque que aprovechamos para subirnos tanto en Big Thunder Mountain (recomendable al 100% subir de noche), Phantom Manor, ver la iluminación del árbol de navidad, e incluso ir a los Studios a hacer una Tower, tan y tan deseada.

Nos alojamos –por sorpresa también- en el hotel Hipark, inaugurado el pasado 1 de diciembre, y situado a una parada de tren del parque, y que dispone de transfer gratuito al parque. Un hotel de lujo, a precio económico, y en el que disponíamos de una habitación-apartamento hasta con lavavajillas.

Una experiencia genial. Creo que nunca me habían hecho un regalo así, y menos sorpresa y sin siquiera sospechar nada. Aún ni tan solo me lo creo. Ya se puede acabar el mundo mañana, ¡Que yo he estado en Disney!

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