¡Y es aquí cuando empieza la fiesta! Después del show, es uno de los momentos más divertidos del Voyage, ya que estamos todos los participantes juntos. Aún siguen los reencuentros con otros participantes que no hemos visto por el parque durante el día, conocer a gente nueva y muy maja... Y empezar el desfase con la música, las congas, el cazador de canguros, los bailes...

Algunos descubrieron su bebida perfecta a lo largo de la noche, después de hacer algunas combinaciones preguntando qué tomaban los demás, y se puso muy de moda el ponerse en las fotos de los demás sin que estos se dieran cuenta. Prueba de ello son las fotos que habéis ido colgando, y que, esporádicamente, aparecen otras personas por detrás posando.

Lo que también triunfa esa noche, además de la barra libre, son las fotos. No sé cuantas fotos se pueden llegar a hacer a lo largo de la fiesta por cada participante que tenga una cámara, pero sí sé del cierto es que hasta el coordinador de eventos y un vigilante que había por el salón acabaran haciéndose fotos con nosotros, algunos de ellos marchando de repente viendo el éxito que tenían y que dentro de poco se iba a formar cola para hacerse una foto con él.

Hay dos momentos que se tienen que mencionar. Sin que se enfade, la espectacular caída de @sonia cuando hacía una conga, que perdió el equilibrio, hizo unos saltos muy profesionales, y se tiró en plancha al suelo, levantándose riendo sin parar. Eso sí, la pobre a la mañana siguiente tenía un buen moratón, ¡Espero que ya no sea nada!Y el segundo fue la vuelta en el bus. Creo que nunca me lo he pasado tan bien en un autobús, todos para arriba y para abajo, haciéndonos fotos, gritando, @veronika en el micrófono animando a la gente a salir al pasillo y a hacer pases de modelos, el libro de la boda volando por todo el autobús...

Hasta llegar al hotel, y quedarnos todos en la plaza comentando la noche, algunos perdiéndose buscando los baños, otros tirando a gente a la fuente repleta de paja y calabazas. Comentaban que había gente que había a hacer la mítica reunión en la piscina, que encontramos después de dar una vuelta interminable, y que todos con capucha, escondidos debajo de la sombra de una palmera, parecían de una secta. Allí la conversación derivó en si una mujer debía o no depilarse porqué se lo obligaba la sociedad, o si podía dejarse pelo para sentirse libre si eso era lo que quería. En este punto, ya era hora de ir a la cama, no sin antes perdernos hasta las tantas por el hotel.

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